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| Martes, 05 Julio 2016 |

Integración Sensorial: la importancia de sentir

Son pocos los profesionales de salud que conocen el uso y los beneficios de la técnica de Integración Sensorial, y no es para menos, pues fue descrita en 1972. Su creadora, Jean Ayres, terapeuta ocupacional y doctora en psicología educativa, dedicó su carrera a estudiar el comportamiento neurofisiológico de los estímulos sensoriales dentro del cerebro, desarrollando así la teoría de evaluación e intervención en integración sensorial.

En Sensory Integration and the Child: Understanding Hidden Sensory Challenge escrito por Ayres, define esta técnica como “la organización de las sensaciones para su uso” y explica que cada segundo nuestro cuerpo recibe información sensorial de los ambientes que nos rodean. Esta información es procesada por el sistema nervioso central generando respuestas ante los estímulos recibidos. Cuando estas respuestas no son acordes a la entrada sensorial recibida estamos ante un trastorno de la integración sensorial.

Basada en teorías de neurociencia y neurodesarrollo, la integración sensorial trabaja sobre siete sistemas sensoriales haciendo énfasis en el sistema vestibular, el propioceptivo y el táctil. Ayres fue quién demostró que el desarrollo adecuado de éstos tres sistemas son la base para un adecuado desarrollo en el niño.

Desde la semana cinco de gestación aproximadamente (en la que comienzan a darse las primeras respuestas a estímulos sensoriales táctiles) y hasta el séptimo año de vida se da la maduración de los sistemas sensoriales, permitiéndole al niño desarrollar habilidades sensoriomotorices, cognitivas e intelectuales que servirán de base para el óptimo desempeño del juego, las actividades escolares y las actividades básicas de la vida diaria.

Cuando uno o varios sistemas presenta alteraciones en el proceso normal de maduración, se producen desordenes de la integración sensorial, conceptualizados por Ayres en 1976 como “un grupo heterogéneo de trastornos que reflejan la disfunción de uno o varios sistemas a la vez, de orden sub-cortical o neuronal, que perturban la conducta humana.” Estas disfunciones generan altos niveles de estrés, frustración, aversión o rechazo en actividades que impliquen el procesamiento de estímulos sensoriales. Como consecuencia se ven alteradas las funciones ocupacionales del niño en sus contextos habituales, pues suelen no sentirse capaces de cumplir con éxito las demandas del día a día.

Los desordenes de procesamiento de la integración sensorial se dividen en cinco grandes categorías que permiten comprender con mayor facilidad la técnica:

Trastornos del registro sensorial: el individuo no registra el estímulo sensorial o lo registra lentamente, dando una respuesta tardía.

Trastornos de la modulación sensorial: las respuestas son desacordes al estímulo brindado. Pueden ser exageradas (hiperrespuestas) o muy tenues (hiporrespuestas).

Problemas de discriminación y percepción: fallas para diferenciar relaciones espaciales y temporales entre estímulos.

Desordenes de procesamiento vestibular: dificultades para procesar estímulos vestibulares. Fallas de enderezamiento y equilibrio.

Dispraxias: dificultad para el planeamiento y la ejecución de actos motores. No son asociadas a diagnósticos.

Es importante destacar que el diagnóstico y la intervención de los trastornos de procesamiento sensorial son competencia del terapeuta ocupacional especialista en ésta técnica. Sin embargo, maestros, psicólogos, médicos, fisioterapeutas u otros profesionales de la salud pediátrica y la educación tienen un importante papel en la identificación de conductas que puedan derivar a trastornos de la integración sensorial, esto permitiría realizar referencias adecuadas y lograr un diagnóstico y una intervención temprana.

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